Twenty-Eighth Sunday in Ordinary Time, Year B-2021

From VincentWiki
Obsess about Having Money and Security

Jesus teaches by word and deed that we cannot serve God and money. Hence, to obsess about making money is to reject his teaching.

The man who draws to Jesus seems to obsess about being saved. For he runs up to him and quickly kneels down. Of course, he also acknowledges that the Teacher is good.

And Jesus makes him turn to God; no one is good but God alone. That is what Jesus does. He always points to God (see SV.EN XIIIa:91).

He also reminds the one who asks that it is God who says what is good (Mic 6, 8). So, those who obsess about being must, first of all, stand before God.

Before this good God, one has but to let oneself be cleansed, forgiven and sent (Is 6, 6-8). That is to say, those who obsess about their salvation have to see that they are sinners before God. But they should also cast their worries upon him (1 Pt 5, 7; Ps 55, 22). Though they are not to try to force him to do wonders to further their ambitions.

The one who can do what we cannot does care about us. In fact, his goodness matches our sinfulness (SV.EN:324; SV.EN V:166; SV.EN XI:130). Hence, we should not obsess about things (Mt 6, 25-32. 34). To believe and trust in God spells the end of obsessions.

If we cannot but obsess

Jesus also sets the commandments before the one who worries. But he only mentions those that ask us to treat others fairly and respect our fathers and mothers. It is as though he says that to love God, whom one does not see, means to love the neighbor whom one sees.

Besides, we cannot worry only about our salvation, but also about others’ salvation. No, “it is not enough for me to love God, if my neighbor does not love him” (SV.EN XII:215). And it is good to be open to others. For self-absorbed and worried about our salvation, security, there is danger for us to get sick (EG 49). To get caught in a web of obsessions.

But the one who wants to know what to do to inherit eternal life has kept the commandments since his youth. No, he is not among those who hate God’s words (Ps 50, 16-20). Still, he hungers and thirst for something more. It looks like to obsess to do so as to have is not enough.

And Jesus loves him and invites him to fullness. He asks him to undo his life and get rid of his wealth to give to the poor. He will, then, have treasure in heaven; to have it there later is not to have it here now. He will, besides, be free to follow Jesus.

But the call gets turned down; the man who has run up to Jesus goes away sad. He does not like Jesus’ way of life. That of giving, of giving up the body even and shedding blood. Hence, the rich man will never learn true religion from the poor (SV.EN XI:190; SV.EN XII:142). He will not stop to obsess about things that trouble him.

Lord Jesus, God’s Wisdom and Word, may we choose you over the kingdoms of the world. Do not let us obsess about them. We will thus be truly human, generous, caring, hopeful. So, too, shall we have a foretaste of God’s kingdom and justice. And all things will be given us a hundred times more.


10 October 2021

28th Sunday in O.T. (B)

Wis 7, 7-11; Heb 4, 12-13; Mk 10, 17-30


VERSIÓN ESPAÑOLA

Obsesionar por tener dinero y seguridad

Jesús enseña de palabra y de obra que no se puede servir a Dios y al dinero. Dejarnos obsesionar, pues, por ganar dinero es rechazar su enseñanza.

Se parece obsesionar por salvarse el que se le acerca a Jesús. Pues tiene prisa y se arrodilla sin más ni más. Por supuesto, reconoce él la bondad del Maestro.

Y Jesús lo encamina hacia Dios; no hay nadie bueno más que él. Es que siempre apunta Jesús en dirección a Dios (véase SV.ES X:92).

Se le recuerda también al preguntador que Dios es quien declara lo que es bueno (Mic 6, 8). Antes que nada, pues, ante Dios se han de poner todos los que no se pueden sino obsesionar por salvarse.

Ante esa Bondad, solo vale la postura del que se deja purificar, perdonar y enviar (Is 6, 6-8). Es decir, han de verse pecadores ante Dios los que no se dejan de obsesionar por salvarse. Pero tienen que confiarle a la vez sus ansiedades (1 Pd 5, 7; Sal 55, 22). Aunque sin tratar de forzarle a hacer prodigios que promuevan sus ambiciones.

Sí, se preocupa de nosotros el que puede hacer lo que no los hombres. De hecho, su bondad condice con nuestra falta (SV.ES II:243; SV.ES V:152; SV.XI:64). Por lo tanto, por nada nos hemos de obsesionar (Mt 6, 25-32. 34). Creer en Dios, confiar en él, es dar fin a las obsesiones.

Si no nos podemos sino obsesionar

Jesús le recuerda también al preocupado los mandamientos. Pero solo los que mandan que se les trate con justicia a los demás y se les respete a los padres y las madres. Es como si se enseñase que amar a Dios, a quien no vemos, quiere decir amar al prójimo que vemos.

Además, no puede preocuparse uno solo de su salvación, sino también de la del prójimo. No, «no me basta con amar a Dios si no lo ama mi prójimo» (SV.ES XI:553). Y nos hace bien abrirnos a los que no son nosotros. Es que ensimismados, y preocupados por nuestra salvación y seguridad, corremos el riesgo de enfermarnos (véase EG 49). De enmarañarnos en obsesiones.

Pero el que quiere saber qué tiene que hacer para heredar la vida eterna ha sido observante desde pequeño. No, él no es de los que detestan las palabras de Dios (Sal 50, 16-20). Con todo, tiene él hambre y sed de algo más. Por lo visto, dejarse obsesionar por hacer para tener no le da plena satisfacción.

Y Jesús lo ama y le invita a la plenitud. Le pide deshacer su forma de vivir, y deshacerse de su riqueza para dar a los pobres. Tendrá, entonces, tesoro en el cielo; tenerlo allí luego es no tenerlo aquí ahora. Así también se libertará para seguir a Jesús.

Pero se rehúsa la llamada; se marcha pesaroso el que ha venido corriendo. No le gusta la forma de vivir de Jesús. La de dar, de entregar aun el cuerpo y derramar la sangre. El rico, pues, nunca aprenderá de los pobres la verdadera religión (SV.ES XI:120, 462). No se cesará de obsesionar por cosas que lo inquieten.

Señor Jesús, Sabiduría y Palabra de Dios, que te prefiramos a los reinos del mundo. No permitas que nos dejemos obsesionar por ellos. Así seremos humanos de verdad, generosos, solidarios, esperanzados. Anticiparemos así también el reino de Dios y su justicia. Y se nos dará cien veces más todo lo demás.


10 Octubre 2021

28º Domingo de T.O. (B)

Sab 7, 7-11; Heb 4, 12-13; Mc 10, 17-30