Twentieth Sunday in Ordinary Time, Year A-2020

From VincentWiki
Strangers, Foreigners, There Are No More

Jesus makes one of the citizens and the strangers. In him, there is neither Jew nor Greek, neither slave nor free, neither male nor female.

Needs do not know borders, of nation or religion. That is why both Jews and strangers have needs. So, it does not surprise that a Canaanite is in distress due to what ails her daughter.

What surprises is that the Canaanite mother asks a Jew for help. For Jews would rather not deal with Canaanites, foreigners or strangers that they are, and so, foes (Ps 144, 7. 11). And this comes out in the way the disciples react. They ask Jesus to send her away, just as they wanted him to do with the crowds (Mt 14, 15).

Is it for the same reason that Jesus does not say a word in answer to her? Or does he take his time to think, so that the herd instinct does not take over? And, then, when he gives an answer, what prompts it is the disciples more than the woman. So, it seems that he does not want to deal with her either. Or could it not be that he is not sure whether to say “yes” or “no” to her? It may be that he now doubts that he is sent only to the lost sheep of Israel.

Be it as it may, he can no longer avoid to talk her. For suddenly, she draws near and kneels before him. It sounds like he says “no.” Though snide, it is not, however, a resounding but a probing “no.” He does not close the door on her.

Jesus belongs to strangers.

In the end, Jesus gets to know her great and humble faith. It is as great and humble as that of a centurion (Mt 8, 5-13). And so, the one whom God has sent grows even more in wisdom, for he gets to grasp his mission more fully. Without doubt, those in need can teach and evangelize, us, if we let them (John Freund; Michael Carroll).

The Messiah, yes, is for all peoples. For God has mercy on all and brings to his holy mountain foreigners and strangers who serve him. There are strangers no more, since we are all one in Christ Jesus (Gal 3, 28).

Lord Jesus, we are strangers no more but members of your household (Eph 2, 19). And you make us sit at your table. Give us the religion of the humble who acknowledge their needs and trust wholly in you (SV.EN XI:190; SV.EN XII:142).


16 August 2020

20th Sunday in O.T. (A)

Is 56, 1. 6-7; Rom 11, 13-15. 29-32; Mt 15, 21-28


VERSIÓN ESPAÑOLA

Extranjeros, forasteros, ya no los hay

Jesús hace uno de los ciudadanos y los extranjeros. En él, ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres.

Las necesidades no conocen marcos nacionales o religiosos. Es por eso que las pasan los judíos y los extranjeros. No es de sorprender, pues, que se angustie una cananea por la aflicción de su hija.

Lo que sorprende es que la madre cananea le pida ayuda a un judío. Es que los judíos prefieren no tratarse con los cananeos, extranjeros que son y enemigos (Sal 144, 7. 11). Y esto lo descubre la reacción de los discípulos. No piden a Jesús que la atienda, sino que la despida. La palabra griega apoluson es la misma que se usa en Mt 14, 15.

¿Es acaso por la misma razón que Jesús no le responde nada a la cananea? O, ¿piensa él bien, para no se deje llevar por el gregarismo? Y la respuesta que él da luego, esa la provocan más los discípulos que la mujer. Parece, pues, que él no quiere tratarse con ella tampoco. O, ¿no será que aún no sabe si decirle sí o no? A ver si pone en duda que su misión es solo para las ovejas descarriadas de Israel.

En cualquier caso, no puede Jesús sino hablar con la mujer cananea. Pues ella de repente se acerca y se postra ante él. Le contesta él como para decir «no». Pero, aun despectivo, no es un «no» rotundo, sino un «no» que tantea. No, la puerta no se le cierra a la mujer.

Jesús es de los extranjeros.

Al final, descube Jesús lo grande y lo humilde que es la fe de la cananea. Es tan grande y humilde como la de un centurión (Mt 8, 5-13). Y así, el Enviado de Dios crece aún más en sabiduría, pues se le hace claro el pleno sentido de su misión. De verdad, si los dejamos, los que se hallan en la pobreza nos pueden enseñar y evangelizar (John Freund; Michael Carroll).

El Mesías, sí, es para todos los pueblos. Pues Dios tiene misericordia de todos y trae a los extranjeros que lo sirven a su santo monte. Extranjeros ya no los hay, ya que somos uno en Cristo Jesús (Gal 3, 28).

Señor Jesús, ya no somos extranjeros, sino familiares tuyos (Ef 2, 19) y nos haces sentar a tu mesa. Concédenos guardar la religión de los humildes que reconocen su necesidad y confían totalmente en ti (SV.ES XI:120, 462).


16 Agosto 2020

20º Domingo de T. O. (A)

Is 56, 1. 6-7; Rom 11, 13-15. 29-32; Mt 15, 21-28