Fourth Sunday of Lent, Year C-2019

From VincentWiki
Taste and See the Goodness of the Lord

Jesus teaches us that God is surprisingly good. And he asks us to go to him so that we may taste and see the goodness of God.

The parable of the loving father is an answer to those who do not like Jesus reaching out to sinners. The parable explains, then, his outreach that is understandable only in the light of God’s goodness. So, to understand, one must have a taste of such goodness.

God is the loving father in the parable. He is good beyond human reason. At the behest of the younger son, who seemingly thinks him to be dead, having no life, he divides up his assets. The father does not question. He also respects his son’s freedom. So, not a few might even say that he spoils his son.

But the father does not worry about his honor, interests, or the way that his sons treat him (J.A. Pagola). What worries him is his son, wondering if all is well with him. The lovesick father keeps waiting. No wonder, then, that as the one without taste for home life comes back, he spots him right away. From afar.

And he warmly welcomes the lost. Though the head of the family, he unfittingly runs to his son, hugs and kisses him. He cuts short his confession, sparing him further humiliation. He takes him back as son, and celebrates the return to life of the dead. Foolish father?

But that is how foolish God is. And that is why Jesus welcomes us sinners and eats with us. Our older and more observant, but hard-hearted, brothers are angry. God, however, does not force them to come in. God simply waits for them to taste divine goodness. It is their turn to give the story a happy ending. Meanwhile, as we share the Lord’s Thanksgiving Supper, eating manna no longer, may we truly taste the goodness of God.

Lord Jesus, you are the visible image of the invisible God, whose distinctive feature is mercy (SV.EN XI:328). Reconcile us to God and to one other. May we follow you closely, taste God’s goodness and, become your true image.


31 March 2019

Fourth Sunday of Lent (C)

Jos 5, 9a. 10-12; 2 Cor 5, 17-21; Lk 15, 1-3. 11-32


VERSIÓN ESPAÑOLA

Gustar y ver qué bueno es el Señor

Nos enseña Jesús que Dios es bueno de manera sorprendente. Y nos invita a todos a acudir a él para que podamos gustar y ver la bondad de Dios.

La parábola del padre amoroso es una respuesta a los que no quieren que Jesús se acerque a los pecadores. Explica, pues, la parábola ese acercamiento que resulta comprensible solo a la luz de la bondad de Dios. Así que para comprender, uno tiene que gustar tal bondad.

El padre amoroso de la parábola representa a Dios. Es ilógicamente bueno. Reparte los bienes a instancias del hijo menor que por lo visto lo da por muerto, sin vivir la vida disfrutando de ella. No hace preguntas el padre. Respeta él también la libertad del hijo. Por eso, quizás dirían no pocos que es un padre que malcría al hijo.

Pero «a este padre no le preocupa su honor, sus intereses, ni el trato que le dan sus hijos» (J.A. Pagola). Se preocupa solo del hijo, preguntándose si todo le va bien. Echándole de menos al hijo, el padre sigue esperando. No es de extrañar, pues, que en seguida reconozca de lejos al que a quien no le puede gustar la vida familiar.

Y calurosamente acoge el padre al hijo perdido. Aunque cabeza de familia, indecorosamente echa a correr, abraza al hijo y lo besa. Interrumpe él la confesión del recapacitado «para ahorrarle más humillaciones». Lo toma de nuevo por hijo, festejándole al que revive después de la muerte. ¿Locura por parte del padre?

Pero así es la locura de Dios. Y debido a ella, Jesús nos acoge a los pecadores y come con nosotros. Se indignan nuestros hermanos mayores y más observantes, pero de corazón duro. Dios, sin embargo, no los obliga a entrar. Espera simplemente que logren gustar la bondad divina. Esta vez, les toca dar final feliz a la parábola. Mientras tanto, pedimos que se nos conceda gustar realmente la bondad de Dios a los que, sin comer ya el maná, participamos agradecidos de la Cena del Señor.

Señor Jesús, imagen visible eres de Dios invisible, lo propio del cual es la misericordia (SV.ES XI:253). Reconcílianos con Dios y unos con otros. Ojalá te sigamos de cerca, consigamos gustar la bondad de Dios y nos hagamos de verdad imagen tuya.


31 Marzo 2019

4º Domingo de Cuaresma (C)

Jos 5, 9a. 10-12; 2 Cor 5, 17-21; Lc 15, 1-3. 11-32