Fourth Sunday of Advent, Year C-2012 and Christmas

From VincentWiki
The love of money is the root of all evil (1 Tim 6:10)

The financial powers dictate austerity and social cuts in order to solve the debt crisis. With the cooperation of submissive governments, they punish everybody, except themselves, the ones to blame primarily.

Their guilt is that they do not guard against greed. They get carried away by the drive to enrich themselves at all cost. They are not like the conquistadores of the past, but they do subjugate and dehumanize.

They reduce human existence to possessing, appropriating things and people even. They suppose religion to be a means of gain (1 Tim. 6:5). They foster consumerism. They see to it that there is an unfettered selling and buying of everything, including the superfluous. Making sure that the fine prints of contracts are not gone over and disregarding full disclosure, they get one with uncertain resources hooked on a subprime mortgage or on a home equity loan that would ultimately leave him without home or hope. They care only about their profits, not about their employees or the jobless.

It is time to be wary and to expose the lies of the banks. Let us not believe their advertisements to the effect that happiness consists in being opulent, in enjoying the best comfort, in living it up, and that poverty means sadness.

Such propaganda is belied by Jesus’ birth in Bethlehem (insignificant yet provides bread for the hungry), in very poor and uncomfortable circumstances. There brilliance does not derive from Christmas lights or trees. Neither is joy associated with beautifully wrapped gifts. There the angels and shepherds give God glory and praise, and Mary, without any sadness, peacefully ponders.

With our eyes fixed on the Nativity scene, we can be simple folks again whose straits are no impediment to celebrating gratefully even the smallest of blessings [1]. We shall keep the advice: “Let your life be free from love of money …, for he has said, ‘I will never forsake you or abandon you.’ Thus we may say with confidence: ‘The Lord is my helper ….’” We shall be like St. Vincent de Paul who, upon hearing the bursar say there was no money left, replied: “That is good news! Blessed be God! Now is the time to show we trust in his goodness” [2]. We will esteem divine teachings more precious than heaps of silver and gold (Ps. 119:72).

We Christians will live in accordance with Jesus’ teaching, “Though one may be rich, one’s life does not consist of possessions,” that there is no profit for us to gain the whole world yet lose or forfeit ourselves (Lk. 12:15; 9:25). In the midst of the crisis, we will joyfully recover loving solidarity, which will impel us to share what we have with those whose needs are greater than ours, and to weep prayerfully, for example, with the inconsolable families in Newton, Connecticut. We will understand that jubilee and beauty belong to those persons who, just like Mary, go in haste over the hills to bring tidings of peace and joy (Ps. 52:7).

Wicked money seeks to plunge us into destruction (1 Tim. 6:9). Jesus, on the other hand, has plans of peace for us, of a future full of hope (cf. Jer. 29:11). And he invites us to the manger to give us food and a pledge of future glory, and to challenge us each time to store treasures, through good works, for the true life (1 Tim. 6:19) and “to always be,” as Paul VI exhorted the Mexican people, “in the front line in all efforts to attain progress, and in all the initiatives for improving the situation of those who suffer want” [3].

NOTES:

[1] Cf. Robert P. Maloney, C.M., The Way of St. Vincent de Paul (Brooklyn, NY: New City Press, 1992) 59.
[2] Abelly 3, III, 13. Cf. also Thomas F. McKenna, C.M., Praying with Vincent de Paul (Winona, MN: St. Mary’s Press, 1994) 46, and [1] (accessed December 16, 2012).
[3] Cf. the alternative non-biblical reading in the Office of Readings for December 12, the feast of Our Lady of Guadalupe, Liturgy of the Hours.


VERSIÓN ESPAÑOLA

4° Domingo de Adviento y la Natividad del Señor, Año C-2012

Raíz de todos los males es el afán del dinero (1 Tim 6, 10)

Los poderes financieros dictan austeridad y recortes sociales para solucionar la crisis de deuda. Con la cooperación de gobiernos sumisos, castigan a todo el mundo, menos a ellos mismos, los más culpables de todos.

Su culpa se debe a que no se guardan de la codicia. Se dejan llevar por el afán de enriquecerse a toda costa. No son como los conquistadores de antaño, pero subyugan, sí, y deshumanizan.

Reducen al ser humano a nada más que poseer, apropiarse de cosas y aun de personas. Les interesa la religión sólo como un negocio. Promueven el consumismo. Procuran que con desenfreno se venda y se compre todo, incluso lo superfluo. Asegurándose de que no se examinen las letras pequeñas de los contratos, o haciendo caso omiso de la debida divulgación de información, consiguen que el de recursos inciertos se enganche en hipoteca subprime o en préstamo garantizado con el valor residual de su vivienda, lo que por último lo dejará sin hogar ni esperanza. Se preocupan por sus ganancias, no por sus empleados ni por los cesantes.

Ya es hora de precavernos y sacar a luz las mentiras de los bancos. No creamos sus anuncios de que la felicidad consiste en ser opulento, en disfrutar de óptima comodidad, en darse buena vida, que la pobreza significa tristeza.

Esa propaganda, la desmiente el nacimiento de Jesús en Belén (insignificante ésta, pero provee de pan a los hambrientos), en circunstancias muy pobres e incómodas. Allí el resplandor no emana ni de las luces ni de los árboles de Navidad. Tampoco se asocia la alegría con regalos lindamente envueltos. Allí los ángeles y los pastores dan gloria y alabanza a Dios, y María, sin nada de tristeza, medita tranquila.

Fijos los ojos en el Nacimiento, volveremos a ser gente sencilla cuyos apuros no constituyen impedimento para celebrar con agradecimiento siquiera las más pequeñas bendiciones. Conservaremos el consejo: «Vivid sin ansia de dinero …, pues él mismo dijo: “Nunca te dejaré ni te abandonaré”; así tendremos valor para decir: “El Señor es mi auxilio … ”». Seremos como san Vicente de Paúl que al oír al procurador decir que ya no había dinero, replicó: «¡Qué buena noticia! Dios sea bendito. Ahora es el tiempo de hacer ver que confiamos en su bondad ». Más estimaremos los preceptos divinos que miles de monedas de oro y plata.

Los cristianos viviremos según la enseñanza de Jesús: «Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes», que nada nos sirve ganar el mundo entero si arruinamos nuestra vida. En medio de la crisis, recuperaremos con alegría el amor solidario que nos apremiará a compartir lo que tenemos con los más necesitados que nosotros y a llorar orando, por ejemplo, con las familias inconsolables de Newton, Connecticut. Entenderemos que el júbilo y la hermosura son de las personas que, al igual que María, van aprisa, atravesando la montaña, para anunciar buenas nuevas de paz y gozo.

El maldito dinero busca nuestra perdición. Jesús, en cambio, designa paz para nosotros, un porvenir, una esperanza. Y nos invita al pesebre para darnos alimento y una prenda de la gloria futura, y para desafiarnos cada vez a que almacenemos, mediante las buenas obras, tesoros para la vida verdadera, y estemos siempre, como exhortó Pablo VI al pueblo mexicano, «en primera línea en todos los esfuerzos para el progreso y en todas las iniciativas para mejorar la situación de los que sufren necesidad».